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lunes, 10 de octubre de 2011

¿Por qué flexitariana y no vegetariana?

Aunque soy básicamente ovolácteovegetariana, es decir, que no como animales, prefiero considerarme a mí misma flexitariana. ¿Por qué? Porque no creo en las posiciones radicales y a veces es necesario fluir con las circunstancias y no en su contra; es mi opinión, sé que muchos no la comparten pero ésta es mi elección. OS explico porqué.

Veamos primero qué es ser flexitariano. La palabra, todavía no reconocida por la RAE, viene de la unión entre las palabras "flexibilidad" y "vegetariano", es decir, significaría algo así como "vegetariano flexible", es decir, un vegetariano que en ciertas ocasiones, periódicamente, hace excepciones a su dieta. Es por ello que los flexitarianos tienden a ser objeto de burla o incluso desprecio tanto por parte de omnívoros ("ya, ya, vegetariano cuando te conviene, pero a los chuletones bien que les das cuando quieres, ¿eh?") como por parte de vegetarianos estrictos y veganos ("esa opción no tiene validez ninguna, para eso mejor nada, eso es querer y no poder, hay que ser consecuente con las decisiones que se toman y saltarte un día la dieta es lo mismo que ser omívoro sin más"). Pero aunque entiendo esas reacciones como iniciales, vamos a hacer un poco de reflexión y ver qué hace que una persona decida ser flexitariana, porque la cosa no es tan simple como querer ser vegetariano por llamar la atención y comer carne a escondidas, ni tampoco se trata de querer serlo y no ser capaz.

Las razones que llevan a una persona a saltarse su dieta vegetariana en ocasiones periódicas, insisto, en ocasiones periódicas, suelen ser más o menos las relacionadas con la salud (periódicamente se consume un determinado producto animal para aportar al organismo determinados elementos más fáciles de encontrar -o de presencia exclusiva- en la carne o el pescado), las relacionadas con el paladar (éstas son las más motivadoras de polémica: personas que deciden seguir consumiendo ocasionalmente determinado producto de carne o pescado porque no están dispuestas a renunciar a él), o sociocoyunturales (dificultad o imposibilidad para encontrar menús vegetarianos cuando se come fuera de casa, adaptación al menú del centro de estudios o de trabajo, cortesía cuando uno es invitado a comer, turismo gastronómico y ofrecimiento de platos tradicionales o especialidades de un lugar, etc).

El debate acerca del término es grande. En general, los vegetarianos no reconocen el flexitarianismo como ningún sub-grupo vegetariano, lo cual es lógico porque el consumo de carne o pescado supone que uno no es vegetariano. Sin embargo, tampoco se puede considerar que los flexitarianos sean omnívoros, porque una persona que come poca carne o poco pescado no es flexitariana, sino que el flexitariano es vegetariano casi siempre salvo excepciones periódicas. Pero hay que resaltar que las excepciones puntuales no convierten a un vegetariano en flexitariano, sino que esas excepciones son periódicas. En resumidas cuentas, el flexitarianismo no se define tanto por lo que uno come sino por la frecuencia con que lo hace, es decir: el consumo de carne y/o pescado de un flexitariano es la excepción dentro de una dieta vegetariana (por eso no se le puede considerar omnívoro), pero a la vez es periódico y forma parte de sus hábitos dietéticos habituales (no se trata de raras excepciones, por eso no se le puede considerar vegetariano).

Dicho todo esto, debo decir, que mi caso, en realidad, no llega al flexitarianismo, porque en realidad no consumo carne o pescado de manera periódica, ni siquiera a periodos muy largos; no he dejado en mi dieta ningún residuo de carne ni pescado sin los que no pueda pasar, y los elementos que me puedan faltar en la dieta no tengo problema en tomarlos de bote; en cambio, soy omnívora social. Es decir, ocasionalmente, cuando las circunstancias me empujan a ello, hago excepciones y como carne o pescado. Lo que pasa es que a veces es más rápido decir "soy flexitariana" que decir "soy vegetariana" y luego tener que dar mil explicaciones que suenan a pobres excusas cuando le tienes que explicar a alguien porqué probaste la sobrasada que el padre de tu amiga te ofreció durante una comida como un tesoro que había traído del pueblo.

Brevemente, entonces, ¿por qué flexitariana?


  • Porque si alguien me invita a comer a su casa, no voy a ser tan rancia como para no aceptar por no comer carne; no voy a ser tan caradura como para pedir que me preparen comida especial; no voy a ser tan maleducada como para llevarme mi propia comida; y no voy a ser tan pitiminí como para no comer y decir que me basta con la compañía. No me molesta que otros lo hagan, y si lo hacen no considero que sean rancios, caraduras, maleducados ni pitiminís, pero si yo lo hago, así es como me siento.
  • Porque si alguien me ofrece su especialidad o la especialidad de su tierra, no voy a ser tan aguafiestas como para decirle que no.
  • Porque si salimos a comer fuera, no voy a obligar a todo el mundo a dar vueltas por la ciudad hasta encontrar un menú donde pueda elegir platos sin carne ni pescado; por lo demás, todas las explicaciones del primer punto son aplicables también a este.
  • Porque si en un viaje, hotel, congreso, etc, las únicas comidas disponibles tienen carne o pescado, no me planteo la posibilidad del ayuno como opción. Amo a los animales, pero también valoro mi salud.
  • Porque si por accidente, despiste o malentendido me plantan delante un plato con carne o pescado, no estoy dispuesta a rechazarlo y que lo tirarlo a la basura. Echar a la basura un animal me parece un insulto mucho peor que comérmelo.
  • Porque tengo zapatos y bolsos hechos de cuero desde hace muchos años, antes de ser vegetariana, y no estoy dispuesta a tirarlos a la basura ni a regalarlos y comprarme otros nuevos; el consumismo porque sí tampoco me parece una opción; lo que tengo, lo uso. Yo no soy lo que visto. 
  • Porque yo elegí ser vegetariana, no esclava del vegetarianismo.
  • Porque creo que la flexibilidad debe ser parte indispensable de cualquier camino que uno escoja recorrer.
Y esto es básicamente todo. Espero con ello haber aclarado algunas dudas. 

sábado, 14 de mayo de 2011

Cómo dejé de comerme a mis amigos.

Érase una vez un blog que se abrió para contar una historia: la historia de cómo una persona dejó de comer carne, y las aventuras que fue viviendo desde entonces...

   Siempre he tenido debilidad por los animales, desde que tengo recuerdo; no, en realidad incluso desde antes: cuenta una vieja historia familiar que cuando yo todavía era casi un bebé, me llevaba un trozo de pan a la cuna a la hora de la siesta, con la excusa de dárselo a mi ratón para que se lo comiera; mis padres, como es natural, pensaban que su bebé simplemente se había inventado de forma precoz un amigo invisible muy original. Hasta que un día descubrieron que ni invisible ni imaginario: había un ratón en mi cuna; venía de visita a la hora de la siesta para llevarse mi pedazo de pan, y los dos, ratón y bebé, tan contentos. La historia es tierna en sí, pero habiendo en ella un ratón, un bebé y unos padres primerizos, no podía tener un final feliz. Mejor no pensar en ello y limitarnos a sacar conclusiones: la primera, lo dicho, que siempre he tenido debilidad por los animales, y que esa debilidad ha sido mutua; la segunda, que probablemente esa experiencia, con su lado bueno y con su lado malo, sea lo que ha determinado mi sensibilidad hacia el sufrimiento animal, una sensibilidad que algunos podrían considerar excesiva.
   Y aun así, lo curioso es que la disociación entre lo que hay en mi plato y lo que había antes de llegar a él casi siempre ha dominado mi dieta, salvo breves periodos vegetarianos que nunca duraron mucho. Siempre he sabido lo que comía, y siempre he pensado en ello, al contrario que otras personas; pero aun así he seguido comiéndolo. He sido, durante mucho tiempo, parte de ese grupo de personas que dicen "si tuviera que matar yo a los pobres animalitos, sería vegetariana". Dicho de otra manera: gente consciente de que comer carne no está del todo exento de crueldad, pero no lo bastante concienciada como para dejar de hacerlo.

   Y bueno, luego vi este documental:  "If slaughterhouses had GLASS WALLS..."      ¿Que porqué pongo el enlace en vez de incrustarlo aquí? Porque no quiero ponéroslo fácil para verlo. No quiero hacer proselitismo ni empujar a nadie a hacer nada o a dejarlo de hacer; el motivo de este blog es simplemente contar cómo voy viviendo la experiencia de dejar de comer carne. Por eso, comparto con vosotros el acceso a un vídeo que para mí fue determinante en ese sentido; pero si queréis verlo, no lo haréis aquí. Clickáis en el título del documental y vais a Youtube y lo veis allí, eso sí, bajo vuestra propia responsabilidad; digo esto porque el vídeo es muy duro. MUY DURO. Quedáis advertidos. Pero antes de hacerlo, pensad bien si de verdad lo queréis ver, porque os va a afectar mucho; no necesariamente os va a convertir en vegetarianos ni mucho menos, pero como mínimo os va a amargar el día  y probablemente un par de comidas en los días siguientes.
   Os cuento de qué va y cómo me influyó: se trata de un pequeño documental en el que Paul McCartney nos muestra cómo funcionan por dentro los mataderos, acabando de un plumazo con el mito que nos venden siempre de que son lugares pacíficos y modernos donde los animales son sacrificados con respeto y eficacia y sin sufrir dolor alguno. Para mí, descubrir que el famoso "es muy rápido, ni se enteran" es una enorme y descarada mentira fue un empujón importante hacia decidir dejar de colaborar con los mataderos y sus actividades. Pero fue más que eso: lo que vi y escuché en este vídeo me impactó en los ojos de tal manera que no he podido volver a cerrarlos; hasta el momento, como os he dicho, podía evitar pensar demasiado en lo que realmente había en mi plato y cómo había llegado hasta ahí; en cambio ahora no puedo hacerlo, las imágenes y los sonidos están tan grabados en mi memoria que están presentes cada vez que me siento delante de un trozo de carne. La verdad es que me lo amargan. Chico, me siento fatal cuando me planto delante de un filete y pienso en el cerdito, en lo rico que era cuando estaba vivo (rico en sentido figurado!!!) y en lo que el pobre ha pasado hasta llegar a mi plato. Y no tengo ganas de pasarlo mal cuando me siento a la mesa; me gusta disfrutar de mi comida, y si eso implica no llevarme a la boca nada que me haga sentir mala conciencia, pues fuera la carne de mi dieta.
   Lo que vengo a decir es que en realidad no he tomado ninguna decisión; no hubo un momento en que decidiera ser vegetariana: simplemente dejé de comer algo que me hacía sentir mal. Vi y escuché una serie de cosas que ahora me afectan a la hora de comer carne. Por eso no lo hago: por egoísmo, puro y duro. No como carne porque me hace sentir culpable; no como carne porque me siento feliz y tranquila sentada frente a una mesa donde no hay carne y todo lo que la carne implica. Hago balance, y disfruto más de mi comida vegetariana que de una hamburguesa que por muy rica que esté, ahora mismo a mí se me atraganta.

   Y bueno, pues esa es la historia de cómo dejé de comer carne. A partir de este momento, lo que quiero compartir con todos vosotros es cómo lo voy llevando. Para mí esto es una aventura; al igual que el dejar de comer carne no fue planeado sino que simplemente ocurrió, los pasos a ir dando son inciertos. Sacar la carne de mi dieta supone un sinfín de novedades, de aventuras y descubrimientos en mi cocina y en mi plato; y la verdad, confieso que me lo estoy pasando genial. Y eso es lo que quiero compartir con vosotros.

¡Gracias por acompañarme en este viaje!