martes, 31 de mayo de 2011

Medallones de avena con tofu a la salsa de miel y romero

Después de una pequeña ausencia porque cuando una está desocupada todas las ocupaciones aparecen juntas y no le dejan a una ni un minuto para perder en aficiones marujiles varias, retomo mis cazuelas con una receta gourmet: medallones de avena con tofu a la salsa de miel y romero. Están riquísimos, en serio. Por cierto que los carnívoros podéis preparar esta receta con escalopines en vez de con medallones de avena; yo misma lo hubiera hecho así hace unos meses, pero ahora creo que el saborcillo de la avena le da un toque más especial.  :-)


Medallones de avena con tofu a la salsa de miel y romero

Qué lleva:

  •  Para los medallones:
    1. Avena
    2. Leche -de vaca o de soja- o yogur (ojo que el yogur es más agrio)
    3. Agua, sal y especias al gusto (no os paséis con las especias, que la salsa va a estar muy rica; si acaso un poquito de pimienta)
  • Para la guarnición:
    1. Ajo-puerro o cebolla tierna.
    2. Zanahoria en daditos.
    3. Tofu en daditos.
    4. Aceite.
    5. Vino.
    6. Salsa de soja.
    7. Miel.
    8. Romero. y pimentón
 Cómo se hace: 
  1. Mezclamos bien la avena con la sal y las especias (repito: no os paséis de especias para no matar el sabor de la salsa; podéis incluso no poner especias, aunque una chispita de pimienta siempre le da chispa a los platos).
  2. Agregamos el líquido que hayamos elegido (leche -de vaca o de soja-, o yogur), despacito: añadimos un poco, amasamos, añadimos otro poco... Tenemos que obtener una masa compacta. Si se desmorona demasiado, añadimos otro poquito de avena y mezclamos bien. La consistencia tiene que quedar muy parecida a la de la carne picada.
  3. Ya tenemos los medallones preparados, ahora vamos a por la guarnición: en una sartén con una chispitina de aceite, doramos el ajo-puerro o el cebollino, le damos un par de vueltas con la cuchara y añadimos los daditos de zanahoria y de tofu.
  4. Agregamos el pimentón y el romero, y removemos con cuidado (el tofu es delicado y se puede romper).
  5. Rociamos con un poco de salsa de soja (mejor si tenemos forma de echarla por goteo; yo suelo abrir las botellas pinchando la tapa para que nunca me caiga un chorro de salsa de soja porque sabe demasiado fuerte; al pinchar la tapa cae a gotas, y aunque requiere un poco más de paciencia, se puede dosificar mejor). Tenemos que procurar que la salsa de soja caiga encima de todos los daditos de tofu más que en la sartén o en la zanahoria; yo suelo ir dadito por dadito.
  6. Dejamos que la salsa de soja vaya reduciendo, y mientras formamos los medallones. Recordad que entre uno y otro conviene que os lavéis y os sequéis bien las manos para que no se os pegue la masa a la piel.
  7. Hacemos hueco en la sartén y colocamos los medallones con cuidado; los doramos por ambos lados.
  8. Removemos con cuidado, agregamos un poquito de vino tinto y lo dejamos reducir,
  9. Removemos otra vez con cuidado y echamos miel al gusto, cuidando de que caiga encima de los medallones de avena. Removemos hasta que vemos que todo adquiere como una película brillante, y listo, ¡a comer!
Esta receta, servida en un plato bonito y adornada con una flor y una ramita de perejil, queda de fábula. Si además lo ponéis todo encima de una hoja de lechuga, el plato no se pegoteará tanto y será más fácil de fregar (jeje).


martes, 17 de mayo de 2011

Pisto manchego (ah, pero ¿eso es vegetariano?)

Cuando uno habla de recetas vegetarianas, la gente suele pensar en: 1, hierba y alfalfa; 2, comidas rarísimas de nombres impronunciables y sabores repulsivos. Pero nada más lejos de la realidad. Es verdad que los vegetarianos comemos productos "raros" que los carnívoros no suelen incluir en su dieta, muchas veces procedentes de otros lugares del mundo, y por supuesto consumimos más vegetales; pero eso no significa que comamos aburrido o soso, sino todo lo contrario... ah, pero ése es otro post y será contado en otra ocasión; lo que venía a comentar aquí hoy es que, además, comemos muchísimos platos tradicionales. Cuando incluyes el pisto manchego o un delicioso salmorejo entre tus recetas vegetarianas, a la gente le suele sorprender. ¿Por qué os sorprendéis, chicos? Vivimos en España; nuestro país tiene una huerta generosísima que los campesinos han sabido aprovechar al máximo en épocas en las que la carestía obligaba a prescindir de la carne, y tenemos también a la espalda una larga tradición de costumbres católicas gracias a las cuales las amas de casa en general y las monjas muy en particular han perfeccionado hasta el milagro los platos sin carne propios de la Cuaresma. Muchísimos platos tradicionales de España son vegetarianos, veganos incluso (no leche, no huevos), y muchos otros son pesceterianos (no llevan carne pero sí pescado y derivados), léase paella marinera y pallea de la huerta, fideueta, patatas a lo pobre, tortilla española, espinacas a la catalana, largo etcétera.
   Por otra parte, nunca insistiré bastante en la importancia de las hortalizas; los vegetarianos tendemos a sustituir la carne por legumbres o cereales, y yo no me canso de compensarlo con ellas. A lo mejor es una manía, pero incluso cuando era carnívora tenía la costumbre de servir una generosa ración de hortalizas al lado de cada plato de proteínas. Con todas las modas que hay ahora que consideran pecado mortal combinar una cosa con otra, seguro que estoy diciendo alguna herejía; pero como todas esas dietas de moda se contradicen unas a otras, seguro que en alguna de ellas lo que estoy diciendo suena genial. Y bueno, en resumidas cuentas: que voy a daros por aquí muchas recetas de salsas y guarniciones vegetales para que no olvidéis acompañar de muchas vitaminas vuestros filetes (ya sean de carne o de avena; dui le, ¿os habéis animado a prepararlos o no?). Así que vamos allá: mírala cara a cara, que es la primera...

Pisto manchego (y ratatouille de regalo)

Qué lleva:
Os cuento las cantidades que preparo para Ru y para mí.
  1. Cebolla troceada: 1
  2. Pimiento rojo y/o verde (o los dos, ¡cuanto más color, mejor, siempre!), troceado: 1 (o 1/2 y 1/2)
  3. Tomates maduros picados muy muy finitos: 4 si no son muy grandes; en casa nos chifla el tomate, la verdad, así que tendemos a echarle todo el que cabe en la sartén.
  4. RECETA EXTRA: RATATOUILLE. Berenjena troceada en taquitos pequeños: 1.
  5. Sal, aceite (¡de oliva virgen si puede ser!). 
  6. Opcional: 1/2 vasito de vino y 1 hoja de laurel.
  7. Opcional: 1 huevo por persona; con esto y una buena rebanada de pan, tenemos plato único.
Cómo se hace:
  1. Pochamos la cebolla en el aceite caliente hasta que se ablande.
  2. Añadimos los pimientos y removemos bien hasta que se ablanden también.
  3. Si estamos haciendo la ratatouille, añadimos ahora la berenjena en taquitos y removemos hasta que cambie de color.
  4. Echamos el tomate bien picado. No seáis maniáticos y nada de escaldarlo para quitarles la piel: es fibra y está muy rica; además, si los trocitos de tomate son realmente pequeños, ni se va a notar, así que a picar con esmero; recordad: no existen pieles de tomate molestas: existen cocineros descuidados.
  5. Salamos, removemos bien y dejamos tapado a fuego medio.
  6. Cuando los tomates empiecen a soltar agua es el momento de echar el vino y el laurel, si es que queremos ponerlos; sin ellos también queda rico. Removemos, tapamos, dejamos a fuego medio. Os recomiendo mantener la hoja de laurel siempre en la superficie, para retirarla cuando lo sirváis.
  7. Un minuto antes de sacarlo del fuego, es el momento de echar los huevos si es que vais a hacer el pisto como plato único. Los echamos con cuidado para que la clara no se extienda mucho ni caigan sobre la hoja de laurel (también podemos retirarla antes de poner los huevos); lo ideal es que nos queden recogidos, como pelotitas o bichos-bola. Una chispitina de sal y pimienta negra en la yema queda muy, muy rica.
  8. Cuando se nos haya quedado con la textura que nos gusta (hay a quien le gusta más bien seco y quien lo prefiere con más líquido, y no me hagáis chistes guarros que os conozco) lo servimos, si queremos con una buena rebanada de pan al lado para mojar, que merece la pena, ¡y a disfrutar!
 ¿Esta rica o qué, la comida vegetariana?

lunes, 16 de mayo de 2011

Filetes de avena, versión BETA (Ideal para perezosos)

  Os voy a pasar la receta más fácil que me he inventado últimamente: los filetes de avena, versión BETA (ideal para perezosos). Son sencillísimos de hacer, más que rápidos, y además están bien ricos; a ver si el maestro se digna darme la razón. 
   A partir de esta receta he ido experimentando con otras muchas que consisten básicamente en ir añadiendo ingredientes a la mezcla o complicar un poquito los pasos de preparación, pero de momento vamos a empezar por la fácil re-fácil.

Filetes de avena, versión BETA

Qué llevan:
  1. Copos de avena natural instantánea; es decir, copos de avena sin azúcar ni chocolate ni gaitas, de los que están preparados simplemente para echar a la leche y comer. En el Mercadona y el Alcampo los hay muy bien de precio en la sección de dietética (a veces aparecen en la sección normal de cereales). Normalmente nos llega con un par de cucharones por persona, pero es fácil calcularlo a vista según el hambre que tengáis.
  2. Leche. Si os sentís veganos o queréis experimentar, podéis usar leche de soja, de arroz, de almendras, etc, siempre y cuando no esté endulzada. Y si os sentís espartanos y frugales, podéis usar agua, pero luego no os quejéis si no están tan jugosas. La cantidad ya la veremos en la preparación.
  3. Sal y especias al gusto (podéis usar un preparado de especias para hamburguesas o carne, o bien mezclar las especias que más os gusten; en casa, un pellizco de pimienta blanca y/o negra, ajo y cebolla en polvo, laurel en polvo y un poco de pimentón dulce suelen funcionar estupendamente; pero cada cual tiene sus preferencias).
  4. Aceite (en casa nos va el de oliva, pero podéis usar el que queráis, o incluso sustituirlo por mantequilla o margarina)
  5. Opcionales: una cucharada de salsa de soja (mejor comprada en un supermercado chino que en una dietética, la marca seguramente sea la misma o mejor, y el precio sin duda será mucho más asequible), a cambio de la sal (la salsa de soja es salada en sí). También podemos añadir, si queremos, un chorrito de vino o de cerveza, que les da un toque muy gustoso.
Cómo se hacen:
  1. Echamos la avena y las especias en un bol y lo movemos bien para que se mezcle todo.
  2. Añadimos los líquidos: es decir, la leche, y si hemos decidido poner salsa de soja y/o vino o cerveza, también. Removemos y vamos corrigiendo de avena si hace falta: nos tiene que quedar una pasta espesa, con la consistencia más o menos de la carne picada de verdad (no, no es igual a la vista, me refiero a lo espesa que tiene que quedar).
  3. Formamos los filetes (cogemos pequeñas porciones, las hacemos más o menos redonditas, y las aplastamos poquito a poco) con las manos bien secas para que no se nos peguen a la piel; si vamos a hacer varios filetes, nos conviene lavarnos y secarnos las manos entre uno y otro, para que no se nos peguen. Si aún así nos cuesta un poquito, el truco universal es mancharse las manos de harina y las cosas dejan de pegarse enseguida.
  4. Pintamos la sartén de aceite con los dedos (o fundimos una pizca de margarina o mantequilla) y doramos los filetes por los dos lados a fuego medio. Un minutillo o así por cada lado suele sobrar para que queden doraditos y crujientes por fuera y blandos por dentro, pero cada cual tiene que dejarlos al fuego según su cocina. OJO: estos filetes pueden coger bastante aceite, pero nunca más del que vosotros pongáis, por lo que es muy importante que de verdad echéis muy muy poco aceite en la sartén. Cuando cocinéis con cereales, pensad siempre más en hacerlos a la plancha que en freírlos.
¡Espero que os gusten! Y espero que me lo contéis.   :-)

sábado, 14 de mayo de 2011

Mayonesa cobarde: ¡corre, huevo, corre!

Una expresión bien castiza para describir a un cobarde en España es "no tiene huevos". Así que válganos la cita de Homer Simpson para dar pie a la primera receta de este vuestro blog: la mayonesa sin huevo. Vamos a llamarla "vegetanesa", para abreviar.

Aclaro, anticipándome a la pregunta, que hay muchos vegetarianos que no consumen ningún producto de origen animal: ni leche ni huevos ni miel. Estas personas, normalmente denominados "veganos" (ya haremos un post sobre los diferentes tipos de vegetarianismo, que tiene telita marinera), son los que no utilizan huevos en la preparación de sus mayonesas; un vegetariano (matizando: un ovo-lácteo- vegetariano, y reitero que ya haremos un post sobre esto) sí puede comer mayonesa normal.

Pero entonces, ¿por qué sin huevo? ¿Se trata de sustituir la mayonesa para siempre? No. Un carnívoro puede perfectamente conocer, cocinar y comer recetas vegetarianas. Ya sé que dicho así suena un poco a perogrullada, pero yo lo remarco porque, al menos en España, a veces pienso que existe una extraña rivalidad vegetarianos-carnívoros, donde lo uno parece excluir por completo lo otro. Y es curioso, porque a ver: un vegetariano no come carne, vale, pero ¿por qué un carnívoro no va a comer platos vegetarianos? De hecho, yo no como carne pero sí huevos y leche, es decir, puedo comprar mi tarro de mayonesa Ybarra y ser feliz con él, y sin embargo estoy encantada con la vegetanesa. ¿Por qué? Pues porque pienso que ser capaz de cocinar mayonesa sin huevos puede ser muy útil en determinadas circunstancias; uno puede consumir mayonesa normal habitualmente, y en cambio recurrir a la vegetanesa cuando, por ejemplo:

  • Estamos a dieta. Las recetas de mayonesa que no incluyen huevo suelen necesitar mucho menos aceite para ligar y quedar cremosas, por lo que son bastante menos calóricas.
  • Tenemos colesterol. Menos aceite y nada de huevo: un favor a nuestras arterias cuando más lo necesitan.
  • Salimos de excursión en verano. No huevo crudo: no salmonelosis.
  • No tenemos muy buena mano para ligar la mayonesa. Lo que se corta es el huevo, así que si le damos cremosidad con otros productos, a poco que removamos nos va a quedar una cremita consistente.
  • Tenemos un poco de prisa y no nos apetece liarnos con el montaje y limpieza de la batidora. La mayonesa sin huevo se puede batir a mano en un bol, y no se nos corta.
Así que bueno, aquí os dejo estas alternativas por si queréis echar mano de ellas en algún momento. Alternativas, en plural. No os voy a dar una receta de la manera habitual (ingredientes, cantidades, método de preparación), sino a enumerar los productos más habituales por los que podemos sustituir el huevo. Hao le! Vamos a ello.

VEGETANESA (mayonesa sin huevo)

Qué lleva:
(no especificamos cantidades, lo veremos más tarde en "preparación")
  1. Sustitutivo del huevo. Podemos usar muchos, y cada uno tiene un efecto diferente. Vamos a verlos:
    • Tofu. Ya sabéis, queso de soja; no muerde. Caro en las dietéticas, barato en los supermercados chinos (y sí, muchas veces es la misma marca, o marcas aún mejores; y sí, haremos un post sobre las dietéticas y los vegetarianos cortos de bolsillo, también). Un taquito de tofu blando bien machacado espesa cualquier salsa, lo mismo con la vegetanesa: machacamos un taquito de tofu y lo batimos en agua, leche, leche de soja o suero del propio tofu; en esta receta, el espesor de la vegetanesa lo vamos controlando añadiendo más tofu, no más aceite. El tofu tiene su propio sabor, pero es tan suave que la vegetanesa acaba tomando el sabor del aceite, el acidulante y el puntito de sal; un buen truco es dejarla reposar unas cuantas horas antes de servirla, así el sabor del tofu prácticamente acaba por desaparecer. RECETA EXTRA: si al tofu machacado y batido, bien espesito, le añadimos un aceite suave, eliminamos el acidulante y le ponemos azúcar en vez de sal, nos queda NATA PARA POSTRE; no se puede montar, pero se puede echar por encima de cualquier plato dulce y queda muy rica; esta misma receta, sin azúcar pero también sin sal ni acidulante (es decir, tofu batido y aceite suave) se puede usar como NATA PARA COCINAR.
    • Yogur. La vegetanesa con yogur queda un poco más ácida, pero está muy bien para los que no gustan de sabores o texturas desconocidos, porque obviamente el yogur nos es más familiar que el tofu. Si es demasiado espeso para vuestro gusto, podéis batirlo con agua o leche para que quede más cremoso y menos sólido.
    • Leche, de vaca o de soja. La desventaja de esta receta es que la leche no es espesa, por lo que hay que engordarla con mucho aceite o añadirle algún espesante como el agar-agar (de venta en dietéticas). Yo personalmente no gusto demasiado de esta versión porque pierde algunas de las ventajas de la vegetanesa (o perdemos la ventaja del poco aceite, o tenemos que recurrir a espesantes auxiliares, siendo el agar-agar un producto que probablemente no tengáis en casa de forma habitual), pero como hay quien la adora, yo os la cuento.
  2. Aceite. De oliva virgen si os gusta fuerte, de oliva refinado para un toque más suave, y hay quien prefiere el de girasol. Vosotros escogéis.
  3. Acidulante: los habituales, limón o vinagre, y siempre al gusto, a cada cual le gusta la mayonesa más suave o más ácida, así que podéis elegir.
  4. Sal: un pellizquito de sal siempre la va a hacer más sabrosa.
  5. Ajo opcional: uno o dos dientes de ajo bien machacados pueden sacar un ajoaceite rico-rico.
  6. Tomate triturado opcional: RECETAS EXTRA: tomate con azúcar y vinagre: sirve de KETCHUP.. Tomate con menos azúcar y un chorrito de vodka o coñac: sirve de SALSA COCKTAIL.
Cómo se hace:
(¡Más fácil imposible!)
  1.  Preparad el sustitutivo del huevo que más os apetezca, según las formas que os he explicado más arriba. Buscad en este paso la cantidad de vegetanesa y la consistencia que queráis conseguir, porque no la vamos a engordar después con el aceite, es decir, la cantidad y textura que obtengáis ahora es prácticamente la que vamos a tener al final..
  2. Añadidle aceite a vuestro gusto. Lo importante es recordar que el elemento principal de la vegetanesa NO es el aceite, como en la mayonesa normal, sino el sustitutivo del huevo; el aceite se lo añadimos para hacerla más gustosa, así que le ponemos el que nos apetece. Un poquito suele bastar.
  3. Añadimos el acidulante, el que nos guste, y en la cantidad que nos guste. El consejo para no pasarnos es ir poquito a poco y probar después de cada añadido y removido hasta llegar al punto ideal.
  4. Retocamos de sal, y le ponemos los opcionales si queremos.
  5. Batimos un poquito más (recordad que se puede hacer a mano) y la dejamos reposar un rato si queremos, aunque se puede consumir al momento; simplemente un ratito de reposo la asienta mejor.
¡Buen provecho!

Cómo dejé de comerme a mis amigos.

Érase una vez un blog que se abrió para contar una historia: la historia de cómo una persona dejó de comer carne, y las aventuras que fue viviendo desde entonces...

   Siempre he tenido debilidad por los animales, desde que tengo recuerdo; no, en realidad incluso desde antes: cuenta una vieja historia familiar que cuando yo todavía era casi un bebé, me llevaba un trozo de pan a la cuna a la hora de la siesta, con la excusa de dárselo a mi ratón para que se lo comiera; mis padres, como es natural, pensaban que su bebé simplemente se había inventado de forma precoz un amigo invisible muy original. Hasta que un día descubrieron que ni invisible ni imaginario: había un ratón en mi cuna; venía de visita a la hora de la siesta para llevarse mi pedazo de pan, y los dos, ratón y bebé, tan contentos. La historia es tierna en sí, pero habiendo en ella un ratón, un bebé y unos padres primerizos, no podía tener un final feliz. Mejor no pensar en ello y limitarnos a sacar conclusiones: la primera, lo dicho, que siempre he tenido debilidad por los animales, y que esa debilidad ha sido mutua; la segunda, que probablemente esa experiencia, con su lado bueno y con su lado malo, sea lo que ha determinado mi sensibilidad hacia el sufrimiento animal, una sensibilidad que algunos podrían considerar excesiva.
   Y aun así, lo curioso es que la disociación entre lo que hay en mi plato y lo que había antes de llegar a él casi siempre ha dominado mi dieta, salvo breves periodos vegetarianos que nunca duraron mucho. Siempre he sabido lo que comía, y siempre he pensado en ello, al contrario que otras personas; pero aun así he seguido comiéndolo. He sido, durante mucho tiempo, parte de ese grupo de personas que dicen "si tuviera que matar yo a los pobres animalitos, sería vegetariana". Dicho de otra manera: gente consciente de que comer carne no está del todo exento de crueldad, pero no lo bastante concienciada como para dejar de hacerlo.

   Y bueno, luego vi este documental:  "If slaughterhouses had GLASS WALLS..."      ¿Que porqué pongo el enlace en vez de incrustarlo aquí? Porque no quiero ponéroslo fácil para verlo. No quiero hacer proselitismo ni empujar a nadie a hacer nada o a dejarlo de hacer; el motivo de este blog es simplemente contar cómo voy viviendo la experiencia de dejar de comer carne. Por eso, comparto con vosotros el acceso a un vídeo que para mí fue determinante en ese sentido; pero si queréis verlo, no lo haréis aquí. Clickáis en el título del documental y vais a Youtube y lo veis allí, eso sí, bajo vuestra propia responsabilidad; digo esto porque el vídeo es muy duro. MUY DURO. Quedáis advertidos. Pero antes de hacerlo, pensad bien si de verdad lo queréis ver, porque os va a afectar mucho; no necesariamente os va a convertir en vegetarianos ni mucho menos, pero como mínimo os va a amargar el día  y probablemente un par de comidas en los días siguientes.
   Os cuento de qué va y cómo me influyó: se trata de un pequeño documental en el que Paul McCartney nos muestra cómo funcionan por dentro los mataderos, acabando de un plumazo con el mito que nos venden siempre de que son lugares pacíficos y modernos donde los animales son sacrificados con respeto y eficacia y sin sufrir dolor alguno. Para mí, descubrir que el famoso "es muy rápido, ni se enteran" es una enorme y descarada mentira fue un empujón importante hacia decidir dejar de colaborar con los mataderos y sus actividades. Pero fue más que eso: lo que vi y escuché en este vídeo me impactó en los ojos de tal manera que no he podido volver a cerrarlos; hasta el momento, como os he dicho, podía evitar pensar demasiado en lo que realmente había en mi plato y cómo había llegado hasta ahí; en cambio ahora no puedo hacerlo, las imágenes y los sonidos están tan grabados en mi memoria que están presentes cada vez que me siento delante de un trozo de carne. La verdad es que me lo amargan. Chico, me siento fatal cuando me planto delante de un filete y pienso en el cerdito, en lo rico que era cuando estaba vivo (rico en sentido figurado!!!) y en lo que el pobre ha pasado hasta llegar a mi plato. Y no tengo ganas de pasarlo mal cuando me siento a la mesa; me gusta disfrutar de mi comida, y si eso implica no llevarme a la boca nada que me haga sentir mala conciencia, pues fuera la carne de mi dieta.
   Lo que vengo a decir es que en realidad no he tomado ninguna decisión; no hubo un momento en que decidiera ser vegetariana: simplemente dejé de comer algo que me hacía sentir mal. Vi y escuché una serie de cosas que ahora me afectan a la hora de comer carne. Por eso no lo hago: por egoísmo, puro y duro. No como carne porque me hace sentir culpable; no como carne porque me siento feliz y tranquila sentada frente a una mesa donde no hay carne y todo lo que la carne implica. Hago balance, y disfruto más de mi comida vegetariana que de una hamburguesa que por muy rica que esté, ahora mismo a mí se me atraganta.

   Y bueno, pues esa es la historia de cómo dejé de comer carne. A partir de este momento, lo que quiero compartir con todos vosotros es cómo lo voy llevando. Para mí esto es una aventura; al igual que el dejar de comer carne no fue planeado sino que simplemente ocurrió, los pasos a ir dando son inciertos. Sacar la carne de mi dieta supone un sinfín de novedades, de aventuras y descubrimientos en mi cocina y en mi plato; y la verdad, confieso que me lo estoy pasando genial. Y eso es lo que quiero compartir con vosotros.

¡Gracias por acompañarme en este viaje!